Fenomenología y Filosofía Primera 
«El filósofo se incluye a sí mismo, en cierto modo de una vez para siempre, en la peculiar tradición de los hombres sin tradición, o sea, de los socráticos» M. G-B.

Jean Nabert. Dos de sus obras.










Aquí tenéis el índice del primer capítulo:


CHAPITRE PREMIER. - Le sentiment du libre arbitre, 7


1. Le sentiment du libre arbitre et l'expérience intérieure de la liberté, 7


2. L'ignorance des causes de nos actes explique-t-elle le sentiment du libre arbitre ?, 12


3. L'explication de Schopenhauer, 25


4. La dissociation de l'acte dans la représentation, 30


5. Le sentiment du libre arbitre et le développement organique de la volition, 40





Por otra parte, de Nabert contamos con la traducción al castellano de su Essai sur le mal (1955). Ensayo sobre el mal, traducido por José Demetrio Jiménez. Caparrós Editores, 156 p., 1997. ISBN: 84-87943-62-4










Aquí tenéis una vista previa y a continuación una reseña del Ensayo sobre el mal:





"La obra de Jean Nabert es una búsqueda de la adecuación entre el ser y lo que deber ser. En este esfuerzo, específicamente humano e intelectualmente filosófico, chocamos con lo injustificable: con el mal, que en cuanto moral lleva consigo la “complicidad del querer”, el pecado. El autor de este Ensayo… piensa, sin embargo, que “de todos los males… no hay ninguno del que tengamos derecho a afirmar, según las leyes de la libertad y de la obligación, que no debería ser y que podría, en consecuencia, ser suprimido por una acción de la voluntad”. Conviene distinguir esto del hecho de que algunos de esos males sean consecuencia de degradaciones morales. Se trata de una cuestión abierta y el autor la estudia desde la certeza íntima de la pureza del fondo de la conciencia individual. Circulando entre la conciencia trascendental de Kant y la experiencia interior de Maine de Biran, Nabert piensa que, aun reconociendo la profundidad del mal, hallamos en el yo los fundamentos para una liberación espiritual: la verdad de una experiencia que trasciende la conciencia individual y que funda la certeza —no obstante la experiencia interior de decadencia en el pecado— de que el mal mismo no es algo abandonado al azar o al acaso, sino un medio dentro de una finalidad, de un progreso por consumarse. Claro está, insinúa Nabert, que todo esto trasciende la ética y sólo se dilucida en la experiencia religiosa". 




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