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Las cuestiones más acuciantes de la vida tienen su género propio de expresión en el ensayo filosófico. Y sin embargo, a pesar de buscar el rigor y la exactitud conceptuales, el ensayo nada tiene que ver con el método matemático. |
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Hay dos modos de entender la filosofía que han quedado clásicamente representados para siempre: el uno, en los capítulos iniciales de la Metafísica de Aristóteles; el otro, en la Defensa de Sócrates escrita por Platón. Según el primero, de nada necesita menos el hombre que de la filosofía. Para que ella nazca, el hombre tiene que haber alcanzado el «ocio» perfecto. De acuerdo con esta visión, la filosofía se reduce a tesis, pruebas e hipótesis. Todo en perfecta objetividad. Desde la perspectiva socrática, por el contrario, la filosofía es imprescindible para vivir. Mejor aún, es un modo de vida, el único modo posible de vida humana verdadera. En este sentido, las proposiciones, las pruebas y las hipótesis pasan a ser partes vivas del hombre, y el pensar se convierte en el más pleno de los sentimientos, en la obra moral por antonomasia, en el camino para perseguir la santidad de Dios mismo. |

Kierkegaard parte del único presupuesto posible: Dios como amor absoluto. La única empresa que supera por principio infinitamente las fuerzas humanas es la aprehensión adecuada de la esencia del amor. Pero justamente por la virtud de esta trascendencia no hay relación existencial humana que esté del todo desprendida del ámbito del amor. Tratar de cualquiera de los acontecimientos que suceden en nuestra existencia es introducirse en una intrincada e infinita fenomenología de las obras del amor y de las respuestas humanas a ellas.

Su primer capítulo comienza así: «Voy a hablar de las verdades de la religión positiva; de asuntos, pues, muy alejados y muy extraños a la conciencia contemporánea. Pero es que la civilización contemporánea se interesa por cosas que ni interesaron ayer ni interesarán mañana. Permítaseme, por tanto, preferir aquello que es igualmente importante en todo tiempo.
Por lo demás, no voy a entrar a polemizar con quienes, en la época actual, mantienen una actitud negativa hacia el principio religioso; y digo que no voy a disputar con los adversarios contemporáneos de la religión porque tienen razón. Afirmo que quienes rechazan la religión hoy en día tienen razón porque el estado actual de la propia religión suscita rechazo; porque la religión, de hecho, no es lo que debería ser».
nº 68 Los imprevistos de la historia. Emmanuel Levinas