Fenomenología y Filosofía Primera 
«El filósofo se incluye a sí mismo, en cierto modo de una vez para siempre, en la peculiar tradición de los hombres sin tradición, o sea, de los socráticos» M. G-B.

Comentarios del Sr. Jacobo Muñoz a dos publicaciones del profesor García-Baró


A continuación transcribimos los comentarios crítico que hizo el Sr. Jacobo Muñoz a los libros "El bien perfecto"(mencionado ya en http://www.fenomenologiayfilosofiaprimera.com/2008/09/el-bien-perfecto.html), y "Del dolor la verdad y el bien" (referenciado en Ed. Sígueme http://www.sigueme.es/colecciones/new_ficha.asp?IdLibro=591) del profesor García-Baró.

Hemos trascrito literalmente ambos comentarios de la edición de elcultural.es, del periódico El mundo, escritos por el Dr. Muñoz:

El Bien Perfecto. Invitación a la Filosofía platónica. Miguel García-Baró.

"Lo primero que llama la atención de este libro, aparte de la audacia que representa la decisión de volver sobre un pensador tan estudiado como Platón, es que su autor no entra en el aparentemente inevitable conflicto de las interpretaciones, ni sobrecarga su texto con innecesarias referencias eruditas. Y así, se limita a dejar hablar a Platón, por boca, claro es, del Sócrates platónico. De este modo reconstruye diez de los diálogos menos trillados del gran filósofo con estricta fidelidad a su nervio argumental, aunque sin dejar por ello de intervenir, cuando lo cree necesario. Y sin dejar tampoco por ello de valorar las tesis platónicas, tanto en su especificidad intrínseca como desde la perspectiva de su relevancia actual. ¿Actual? En realidad, más bien transhistórica, dado que si ese ser menesteroso y siempre en trance de búsqueda que es el filósofo se ocupa de algo, es, en definitiva, de problemas, de los problemas esenciales del hombre, que no en vano Kant formuló en preguntas: ¿qué puedo saber?,¿qué debo hacer?, ¿qué me es dado esperar?, ¿qué es el hombre? .

De acuerdo con la fiel reconstrucción de Miguel García-Baró (Madrid, 1953), como diálogo digno de ese nombre tenemos que entender, desde Platón, una investigación de la verdad que camine en la búsqueda del consenso -que “siempre es cosa de dos, aunque pueda, sucesivamente, ir conquistando a los demás presentes, pero uno por uno, a cada cual como úni co”-. Lo que le convierte, por tanto, en algo muy distinto al usual “intercambio de formidables discursos académicos o de pasmosas arengas y sermones”, en algo, en fin, que requiere estar siempre atento “para precisar los términos que se introducen, para bajar de lo genérico a lo más específico”.

El Platón a cuya lectura nos invita hoy García-Baró no es el canónico de la teoría de las ideas. Es más bien un Platón que gira en torno al hombre y sus cualidades. Que se interroga con pasión por “la forma de vivir que debe ser adoptada por cada uno de noso tros”, desde la coinciencia de que “no se puede vivir un solo momento sin la menor idea de cómo se debe vivir”. Y que eleva con ello el bien y la virtud, o la “vida buena”, la vida plena y excelente, contraria a la vida ignorante, sin referencia al bien. Con todos estos materiales su autor ha conseguido mostrar en esta obra notable la siempre renovada capacidad de interpelación de los verdaderos clásicos.
Jacobo MUÑOZ"


Del dolor, la Verdad y el Bien. Miguel García-Baró.



Fuente: edición de elcultural.es, periódico El Mundo, 28 de septiembre de 2006.

"El distinguido filósofo inglés A. J. Ayer, introductor en su país del positivismo lógico, gustaba de trazar una nítida línea divisoria entre filósofos “pontífices” y filósofos “jornaleros”. De un lado, pues, como objeto privilegiado del quehacer filosófico, las “ultimidades”, las experiencias “primordiales”, el ser y el sentido, las grandes preguntas-límite que desde siempre inquietaron al hombre y los grandes trazados categoriales. De otro, el modesto trabajo en la preparación del terreno y en la limpieza de algunos escombros que “obstaculizan la marcha del saber”. Va de suyo que la autoexigente elaboración de una metafísica vivida y asumida como aproximación a lo Absoluto o lo que es igual, a la “naturaleza absoluta de la esperanza” a que Miguel García-Baró está entregado desde hace años obliga a situarlo entre los primeros. Sea como fuere, este libro riguroso representa un paso adelante en esta dirección, por lo que García-Baró camina de la mano de Husserl y San Agustín, de Kierkegaard y otros “grandes” de la tradición, entre los que no figura Heidegger, de modo sumamente creativo e independiente.

Fiel a lo que Husserl llamó “el imperativo categórico de la vida teorética”, que impone “no aceptar como verdadero nada que antes no haya sido llevado por quien lo asume hasta la experiencia originaria que le corresponda”, García-Baró filosofa de espaldas al usual tejer y destejer de meros eruditos o simples servidores de modas que pretender oficiar de lo que no sea. Y lo hace con frutos entre los que destacan, por ejemplo, sus acorazadas descripciones fenomenológicas de nuestras experiencias “culminantes”, la “ontológica”, o experiencia del ser, del tiempo, de la verdad, por él mismo definida como matriz de todas las demás”; la “religiosa”, en la que se conjugan “el más largo éxtasis y el más hondo impacto”; la “ética”; la “estética”, la “lógica” y, por último, la “intersubjetiva”. Como son fruto también de este filosofar “puro” que aspira a la lucidez sus aproximaciones a la virtud de la fortaleza, al miedo, al dolor, concebido como experiencia del mal en cuanto tal, al propio mal, identificado por García-Baró con la “cesación del sentido”, al cuerpo, a la infancia, al silencio de Dios, al yo como esencial aventura.

Si a ello se unen las reflexiones dedicadas a la verdad y el bien, a la “crisis contemporánea de la razón”, donde el desvío de nuestro autor respecto del núcleo duro del legado heideggeriano resulta evidente, a la diferencia entre lo sagrado y lo santo o a “otras perspectivas” (Nietzsche, Unamuno y Steiner), será muy difícil no sumarse al creciente reconocimiento de este filosofar sin concesiones, incesantemente renovado sin merma de sus fidelidades básicas.

Es posible que a algunos de sus lectores les parezca el tono general del libro en exceso profético-sacerdotal. O buscadamente hipnótico. Pero ni aún así resultaría fácil negar, y el tiempo lo dirá, la enjundia de esta aportación a la renovación de la metafísica española, pareja quizá en su fuerza a la que podrían representar dos autores tan distintos entre sí y, a la vez, tan comprometidos con esta empresa como Zubiri y E. Trías.

Jacobo MUÑOZ"


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